lunes, 1 de agosto de 2011

Que pobre hombre


Que pobre hombre!
Soy un pobre hombre
que me siento en este escondido
banco de piedra,
ahora sopla
una bocanada de viento tibio,
vuelan con las hojas secas
mi alma eterea;
miro a lo lejos, muy a lo lejos,
no veo nada, no hay nada,
acaso un horizonte vacio
lleno de almas perdidas.
Medito si vale la pena
tomarse la vida en serio,
y pienso que todo es una farsa,
puro circo viviente;
me viene un mareo
y se me escapa un sollozo
de lágrimas secas, mudas, ciegas:
confieso que soy debil
de inestable temperamento.
Ahora quemo mi cuerpo y mi alma
en una hoguera:
No eres digno de mi  -me dice el fuego-
¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
-Y yo por encima de su voz grito-
¡Cállate! ¡Cállate y aceptame!

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